Su cercanía con las nuevas generaciones, su trabajo en comunidades vulnerables de América Latina y su defensa de una Iglesia más inclusiva lo posicionan como una figura de continuidad del legado de Francisco.
El jueves 8 de mayo el mundo conoció al nuevo Papa: Robert Francis Prevost, un cardenal estadounidense con alma latinoamericana, y una historia marcada por la vocación, el estudio y la cercanía con los jóvenes. A los 69 años, este agustino nacido en Chicago fue elegido como sucesor de Francisco. Prevost, quien se nombró León XIV, tiene un perfil que combina la formación intelectual rigurosa con una fuerte sensibilidad pastoral. Se trata de líder que había manifestado la necesidad de dar el mensaje de Cristo de un modo distinto para sintonizar con la juventud, con los pobres y con los líderes políticos.
Vivió más de 18 años en Perú como misionero, donde trabajó en zonas rurales con jóvenes en situación de riesgo y proyectos educativos en barrios periféricos. Esa experiencia le dio no sólo fluidez en español, sino también una sensibilidad especial hacia las problemáticas sociales que atraviesan a los chicos y chicas de la región. El 3 de noviembre de 2014, Francisco nombró a Prevost administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo (Perú) y, posteriormente, obispo. Como pastor de ese pequeño rebaño en la región de Lambayeque, el religioso agustino seguía encontrándose con el Papa, quien siempre le expresaba su preocupación por ese pueblo. «Me preguntaba: ‘¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas?'», había revelado Prevost.
