jueves, mayo 8, 2025
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El año en que hubo tres papas: qué pasó en 1978 y por qué fue histórico

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En 1978, el mundo fue testigo de un hecho sin precedentes en la Iglesia Católica: tres papas se sucedieron en un solo año, marcando un momento de conmoción, transición y renovación en el Vaticano.

El año 1978 pasó a la historia de la Iglesia Católica como el inédito “año de los tres papas”. En apenas 90 días, el mundo vio cómo tres pontífices ocuparon el trono de San Pedro, en un suceso que no se repetía desde el siglo XVII. Fue un período marcado por la muerte repentina, la sorpresa y el inicio de una nueva era.

Todo comenzó el 6 de agosto de 1978, con la muerte de Pablo VI, quien había guiado a la Iglesia durante quince años y sido uno de los protagonistas clave del Concilio Vaticano II. Tras su fallecimiento, se convocó el cónclave que eligió como sucesor a Albino Luciani, patriarca de Venecia, quien adoptó el nombre de Juan Pablo I.

La elección de Luciani fue un gesto simbólico de continuidad: su nombre combinaba el de sus dos inmediatos predecesores, Juan XXIII y Pablo VI. Juan Pablo I era conocido por su humildad, sonrisa cálida y su cercanía con la gente. Sin embargo, su pontificado fue el más breve del siglo XX: murió súbitamente el 28 de septiembre de 1978, apenas 33 días después de asumir, víctima de un infarto, aunque su muerte despertó numerosas teorías y especulaciones que aún perduran.

El segundo cónclave

La inesperada desaparición de Juan Pablo I forzó la convocatoria de un nuevo cónclave en tiempo récord. Esta vez, el Colegio Cardenalicio eligió a un outsider: Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que se convirtió en el primer papa no italiano en más de 450 años. Adoptó el nombre de Juan Pablo II en honor a su predecesor inmediato, marcando el inicio de uno de los papados más influyentes y largos del siglo XX.

Juan Pablo II fue una figura clave en la caída del comunismo en Europa del Este, promovió la “nueva evangelización” y realizó más viajes que ningún otro papa en la historia. Su elección también significó una apertura a nuevos rostros dentro de la Iglesia y consolidó un papado globalizado.

El año 1978 fue, así, una bisagra en la historia del Vaticano: del reformismo sereno de Pablo VI, al pontificado fugaz de Juan Pablo I, hasta la era Wojtyla, que transformaría profundamente el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

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